Heaven

Tras abrir los ojos, lo primero que hizo fue preguntarse que qué era lo que hacía ahí. Estar al borde de un precipicio no es un pasatiempo normal para un muchacho de su edad. Debía de pensar meticulosamente la acción que debía de tomar, después de todo, la vida de muchos dependía de aquella decisión. Empieza a ampliar sus sentidos para lograr tomar rienda de la situación, por más que sufriera de un fuerte miedo a las alturas, para así lograr concentrarse en la tarea que tenía en mano. Tras tener su vista fija en un punto hacia el horizonte, dio un paso adelante, dejándose llevar por la gravedad hacia un vacío infinito.

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Parte 1

15 de Enero.
Lima, Perú.

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“¡Joven!”

Alguien gritaba cerca a mi cama.

“¡Joven Santiago, despiértese ya!”

Parecía estar de malhumor y sus gritos no paraban.

“Descuida, mamá. Yo me encargo”

Ahora una voz más joven y chillona tomó su lugar. Automáticamente me cubrí con las sábanas esperando más griterío, pero ninguno vino, más bien, de un segundo a otro me encontré tirado en el frío suelo de madera, quejándome de dolor y luchando entre el enredo que me había causado.

“¿Ves? Así se le despierta a este chico” cuando logré salir del laberinto, observé la triunfante sonrisa de Ayu. Sus ojos marrones soltaban un destello sin igual mientras le señalaba a su madre, la empleada del hogar, como era que se hacían las cosas.

“Ay, pero madrecita… ¿cómo se te ocurre hacerle eso al joven?” Meche y Ayu eran muy diferentes que casi no parecían madre e hija. Dejando de lado su físico, ya que la chibola era más delgada, la forma de expresarse y tratar a los demás era lo que las marcaba, “¿Qué me dirá la señora ahora?”

“Solo dile que se cayó solo y ya” le replica de manera divertida su hija.

Me sentía completamente ignorado así que debía de decir algo, “¡Ayu! ¿Porqué siempre tanta violencia hacia mi persona? Luego de haberme esforzado todo el año estudiando merezco algo de descanso estas vacaciones
de verano”

“B-Bueno… ¡Te lo mereces, tonto!” y con eso cierra la puerta de mi habitación, dejándome a mi y a Meche en completo silencio.

“Perdónela joven, nunca sabe cuando callarse la niña” me dice, como si me encontrara ofendido, lo cual no es cierto.

“Meche, Meche…” intenté acercarme a ella tras lograr salir del desorden que había formado para sostenerla de los hombros gentilmente. Era obesa y me llegaba hasta el pecho, pero tenía algo que me hacía querer abrazarla siempre, “Tú no te preocupes de lo que haga Ayu. Ya tiene quince y debería de madurar un poco. Ahora anda y prepara el desayuno rico que siempre haces”

“Esta bien joven, pero igual discúlpela” me dice reduciendo su tamaño poco a poco como siempre lo hace mientras sale de mi cuarto, “La niña no sabe”

“Lo haré” tras escuchar mi afirmación, sonrió tímidamente sin mostrar los pocos dientes que le quedan y se retiró.
Tal cual me encontré solo, me desplomé en la cama suspirando. Me preguntaba que hora sería para que Ayu me despertara de esa manera tan violenta y Meche no me corrigiera sobre el desayuno. Normalmente me despierto para la hora del almuerzo. Antes de que me estrechara hacia mi mesa de noche, mi BlackBerry
empezó a sonar. Alguien me hablaba por el BBChat.

Ignacio Iglesias: Oe duarte nos vemos en la reu de la flaca del chino? Dicen que va a estar su hermana mie, quizas te cae esta noche y la haces linda. Claro que nada de choque y fuga, es la hermana de nuestro pata, brother.

Gracias a su mensaje logré ver que eran las once, por lo cual Meche no me corrigió y Ayu me despertó por molestar. Me daba flojera contestarle, así que le dejé un simple “ya”. Tiré el celular a mi lado para que solo terminara en el piso, como toda la vida. Quizás deba de tomar una ducha y bajar a desayunar. Sí, creo que eso haré. Si tan solo me hubiera dicho que va ella… que se le va a hacer.

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Tras una larga ducha caliente, me dirigí al primer piso, en dónde encontré a mis abuelos leyendo El Comercio como todas la mañanas con un Gestión al lado. Mi abuela tenía la sección Luces, mientras que su esposo se concentraba en la de Negocios. Les grité buenos días, pero aun así ni se inmutaban. Incluso la pobre Meche sufrió al quererles entregar su té matutino con sus pastillas.

“Señora Florinda… debe de tomar su pastillita, usted también señor Martín” les decía pausadamente mientras les dejaba su dosis diaria, “Ay diosito, creo que se olvidaron el aparatito de las orejas. Iré por ellos”

La observé subir las escaleras a mi lado para luego hacerme camino al patio. Era un día soleado y deseaba pasarlo tranquilo. Con tan solo pensar en la reu de la noche me agarraba un cansancio inexplicable. Me fui alejando cada vez más de la puerta principal, adentrándome más al exterior, para así acabar en el límite del patio que daba hacia la calle. Volteo hacia la derecha y es ahí cuando veo a la vecina. Ayu dice que es un ángel que descendió del cielo, mis amigos dicen que le quieren caer y yo opino que me perturba un poco.

“Buenos días, Santiago”

Me sonrojo de forma estrepitosa y doy media vuelta.

“Tampoco me vas a saludar el día de hoy…” su corto cabello negro y ojos azules se movían ligeramente. Siendo San Isidro, el viento estaba normal el día de hoy, “¿Qué harás hoy? ¿Pasear con tus amigos?”

Mientras regaba su jardín me regala una sonrisa, una que sería la envidia del colegio si no fuera por el hecho que no la deseo presumir, “Supongo”

“¡Me hablaste!” con eso dicho, hace un pequeño aplauso al juntar sus palmas. Me parecía algo infantil, pero Ayu me requintaba diciendo que le daba un encanto especial, “Que alegría”

“M-Me tengo que ir… adiós” con eso dicho di media vuelta y la dejé con sus labores hogareñas. No sé por qué siento que me observa demasiado. Sin notarlo, me acababa de chocar con alguien.

“Au… ¡Santiago, fíjate por donde vas!” era la antipática de Ayu.

“Tú también, chibola” le solté, enfadado.

“Hmph” dijo mientras me daba la espalda, “Solo soy tres años menor, no te creas”

“Anda y juega con tus muñecas” no tenía ganas de seguir discutiendo, así que decidí dejar la discusión ahí. Iba a ir donde mis abuelos nuevamente para ver si Meche ya les había llevado sus audífonos, pero me interrumpe.

“Oye…”

Las largas trenzas se Ayu tomaron un repentino impulso cuando dio media vuelta. Su rostro parecido al de su madre me hacía recordar sus orígenes y su simplicidad igual. Sus ojos marrones me miraban, chocando con los verdes míos. Al notar su acción, baja la cabeza, aparentemente avergonzada sin razón alguna, “¿Qué?”

“Nada, Santiago… nada. Solo… ten cuidado hoy día”

Sus amables palabras me sorprendieron, “… de acuerdo”

Sin decirle más, seguí mi camino hacia la sala en dónde mis abuelos seguían leyendo el periódico. Mi abuela Flor parecía luchar con las letras de cada artículo, “Caramba… cada vez las hacen más difíciles de leer”

“Eso es porque no tienes tus lentes puestos, Florcita” tras colocarle los lentes y notar que tenía su audífono, la abracé, “¿Ahora está mejor?”

“Muchas gracias, Santiaguito” mi abuelita es la persona mas tierna que puedo conocer, “¿Quieres ir a ver una película? Hay una con vampiros que brillan en la oscuridad, así escuché en la tele”

“Está bien abuela, paso” ni muerto iría a ver esa película.

“Déjalo en paz, Florinda” el duro de mi abuelo había hablado, “Seguro prefiere pasar el día con sus amigos en vez de podrirse con viejos como nosotros”

“No hables así, abuelo” le repliqué, “Mejor salgamos a almorzar, ¿qué les parece?”

“Pues si vamos a almorzar mejor salir ahora” soltó amargado, “Ya sabes como es el tráfico. Jode y jode”

“Martín, querido, no te expreses de esa manera tan vulgar” le reprime mi abuela, “Qué pensará nuestro nieto…”

“Te apuesto a que él dice más groserías que toda nuestra generación. Estamos en San Isidro, van a ser las doce y media y ya sabes como se pone el tráfico de oficina a la hora de almuerzo, así que andando que no quiero que me jodan el día”

“Está bien, abuelo, está bien. Me avisan cuando estén listos. Iré a mi habitación por algo de dinero” antes de que mi abuela se ofreciera a pagar, corrí a mi cuarto y me encerré. Al entrar, vi que Meche ya lo había limpiado e incluso había dejado mi BlackBerry en mi escritorio. Me acerqué para abrir la ventana y en eso noto otro mensaje de mi amigo Ignacio.

Ignacio Iglesias: creo que te mande esto muy temprano, para que no contestes bro. Me olvide de decirte pero lucía reyes, la rubia esa que te gusta esta yendo. Pobre la hermana del chino, se va a sentir choteada por la gringita.

Por alguna razón, sentí una sensación tibia en mi interior. Iba a ir. Lucía iba a ir a la reu. Toda la flojera que tenía desapareció en un instante y abracé mi celular, ¿cómo te pudiste olvidar esta información tan valiosa, Iglesias? Lucía Reyes va a ir. Esta vez es definitiva. Le diré lo que siento. Eso es lo que un hombre hace. Nunca acobardarse. Ir sin palabreos y ser sincero. En cuestión de segundos el silencio fue interrumpido por un sonido. Un sonido que venía de fuera y que chocaba contra el muro de mi cuarto. Saqué la cabeza por la ventana para ver a la vecina y a Ayu sonreírme mientras me tiraban algo y ese algo caía en mi rostro. Era una piedra con una nota pegada a ella. La despegué con cuidado y leí en voz alta.

“Cuídate mucho hoy. Estate alerta. Con cariño, Ayu y Alba”

Tras quedarme confundido y pensativo, mi BlackBerry recibía una llamada. Era Lucía.